Y ya ha pasado un mes desde que cogí el avión de vuelta a casa. Para mí ya era la quinta vez que cogía ese avión, pero esta vez era diferente. Cuando decides dejarlo todo en mitad de año y venir hasta aquí, es porque echas demasiado de menos esto, porque tu cabeza ya no está allí sino aquí, y entonces te empiezas a replantear otras opciones de vida. Y eso es lo que me pasó a mí y por eso aquí estoy: en casa de nuevo.
Si hecho la vista atrás a este primer mes, son un montón de momentos buenos los que me vienen a la cabeza y alguno no tanto.
Pero sin duda, me vienen a la cabeza mis padres; mis dos grandes ejemplos en la vida. Supongo que no es fácil ver como tus dos hijas año tras año se marchan a África. Digo lo de que no es fácil porque algo de miedo le entra a la gente cuando mencionas el nombre de este continente. Pero ellos son únicos, porque con ese miedo y preocupación, decidieron acompañarme para ver con sus propios ojos todo lo que les llevábamos contando cinco años atrás. Y así fue.
Han estado tres semanas en las cuales han podido disfrutar del barrio, de nuestros peques, de nuestros amigos y de los rincones de este país llamado Etiopía. Admiración siento por ellos al ver como se integraban sin ningún problema entre la gente etíope. Agradecida de su gran trabajo aquí, han sido participes de todos los proyectos de Denaderu; madrugando día a día para ponerse manos a la obra, y, olvidándose de las preocupaciones de Madrid, se han centrado en los pequeños retos que tienen los niños de aquí. Feliz de verles felices y con el corazón encogido cuando se les ponían lágrimas en sus ojos al ver situaciones de familias no tan bonitas. Orgullosa de tenerles como padres.
En este mes, también han estado conmigo dos personas más: Ali, nuestra gran presi y hermana que tanta falta me hace siempre por aquí y por allí, y Alex, el nuevo fichaje de Denaderu, nuestro voluntario más creativo que nos ha traído el logo tan esperado por todos (todavía nos queda lo mejor Sanchez!!). Con ellos ha sido fácil trabajar todo este tiempo: haciendo seguimiento de las familias que algunos de vosotros apadrináis mensualmente, repartiendo ropa en barrios donde darles un calzoncillo significa darles menos posibilidades de contraer infecciones, comprando y repartiendo colchones a aquellas familias que duermen en el suelo, enseñando inglés, haciendo pulseras, pintando con los más pequeños de la guarde o dándoles su merecida merienda cada tarde!!
Ha sido un mes intenso, de subidas y bajadas...
Hace una semana y media, estábamos en un hospital, viviendo sin duda uno de los momentos más duros que yo he podido vivir aquí. Hace una semana y media llevábamos de urgencia a una chica de veintisiete años, mami de tres niños. Ayele, la chica con la barbilla tatuada, tenía tantos dolores en su estomago que no podía ni mantenerse en pie. Una semana antes le había dado un ataque al corazón. Cuando la vimos la primera vez, pensábamos que estaba embarazada. Nada que ver, la causa de su inflamación en la barriga, era síntoma de una peligrosa enfermedad: Hepatitis B o C (no llegaron a diferenciarla los doctores). Esta inflación no dejo hueco al corazón provocándole tal infarto. Cuando nos la encontramos tirada en el suelo de su casa, los vecinos nos decían que llevaba dos días vomitando sin parar. Ella no tenía fuerzas ni para respondernos, así que de inmediato la llevamos al hospital de Adama (una de las ciudades más grandes de Etiopía). La hija mayor de catorce años vino con nosotros. Después de todo un día allí, de trámites, de idas y venidas para comprarle la medicación que los médicos tenían que darla…después de todo un día, conseguimos que se quedara ingresada en una cama, en la cual ya estaba al menos atendida por especialistas. Cuando se acercaba la hora de volvernos a Debre Zeit, la niña se derrumbó y nosotros no pudimos hacer más que darle nuestro apoyo y animo. La hija se quedó esa noche con ella, la dejamos dinero, para las siguientes medicinas que necesitase, para comida para ella y para todo lo que pudiesen pedirla. La dijimos que no se preocupase que estaríamos en contacto diario con ella y con los doctores y que volveríamos pronto. Al día siguiente recibimos la peor de las noticias que podíamos recibir. Y entonces es ese momento en el que se te cae el mundo encima porque te das cuenta que a veces las cosas no salen como uno quiere y que la vida no depende de si llegamos a tiempo a un sitio o no… Y te preguntas qué futuro les espera a estos niños sin padre y ahora tampoco madre. Y te viene a la cabeza una y otra vez el momento en el que le dijimos a la pequeña que no se preocupase que todo saldría bien…
Como te dicen por aquí, es la vida. Ahora todo el equipo de Denaderu estamos muy pendientes de ellos, y sabemos que hoy, después de una semana, han vuelto a la escuela los tres niños. Además tienen la suerte de poder contar con una familia en España que les apadrina mensualmente. Ahora mismo para ellos esto es un regalo caído del cielo.
Un mes, un mes lleno de energía, de sonrisas, de lágrimas, de sentimientos y emociones, de crear equipo, de ver que muy poquito hace un mucho y que hay gente con el corazón enorme a nuestro alrededor: aquí y allí. Soy afortunada por tener la vida que tengo, por levantarme cada día y ver la naturaleza que aquí me rodea, por recibir tanto cariño de este país. Por teneros a vosotros allí; amigos y familia, pendientes de lo que me pasa aquí…
Y aún queda mucho por hacer aquí; tenemos muchos retos en la cabeza y toda la fuerza y motivación para llevarlos a cabo. ¡¡ Así que vamos a disfrutar de cada día como si fuera el día que todos estábamos esperando…!!
Let’s go Denaderus!!!