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Claudia

En ese momento


Soy una gran aficionada a la escalada, y durante el mes que estuve como voluntaria en Etiopia no pude escalar ni entrenar, y eso me tenía bastante triste (quien sea muy aficionada/o a un deporte me entenderá).

Llevaría como una semana de voluntariado, cuando un día, vi la pared de ladrillo de la guardería y empecé a "escalar"; primero vino un niño a ver lo que hacía... se reía. Luego vinieron dos más, y tres más. Uno de los últimos niños en llegar empezó a "escalar" como yo lo hacía, y luego subió otro, y en pocos minutos había una docena de pequeñajos subidos a la pared a medio metro del suelo. No paraban de reírse. Se caían y lo volvían a intentar, y me pedía que les ayudase.

En ese momento fui muy feliz viendo a los niños de Etiopia escalar.

Sin embargo, al día siguiente no escalé, al día siguiente corrí por el patio, y al igual que el día anterior me imitaron escalando, este día me intentaban coger, y corrían y corrían detrás de mi, y cada vez eran más y yo cada vez tenía que correr más rápido para que no me pillaran.

En ese momento fui muy feliz viendo como los niños de Etiopia corrían detrás de mi con unas sonrisas de oreja a oreja.

Y fue entonces, cuando supe que esa tristeza boba que sentí al principio del voluntariado (que yo pensaba que era porque no estaba escalando) desapareció. Me di cuenta que mi felicidad dependía de mi, y que no podía permitirme el lujo de hacer y querer lo mismo que hacía y quería en mi casa de Valencia, y que a partir de ahora, en Etiopía, mi deporte favorito ya no sería la escalada, sería jugar y sonreir. Y si al llegar a Valencia escalaba menos, y mi forma física era peor... daba igual, porque en un mes en Etiopia habría reído y jugado más que en todos los años que llevo escalando.

Así que, a los futuros voluntarios solo les puedo dar un consejo... cuando esteis en Etiopia, ser felices y hacer felices.

Claudia


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